viernes, 12 de octubre de 2012

La cremación


MINISTERIOS JAYIM ISRAEL, GUATEMALA
Estudio bíblico: La Cremación
Autora: Gloria de Pérez 
Septiembre
2012



Estudio acerca de la cremación
Perspectiva Bíblica ¿Debemos Cremar o Enterrar?


¿Qué es la cremación?

La cremación es un acto violento que destruye al cuerpo humano por medio del fuego y  pulverizadores. Reduce al cuerpo humano a cenizas por medio del fuego, y pulveriza los huesos y el cráneo.

¿Cómo se hace?

La caja que contiene el cuerpo es colocada en la retorta e incinerada a la temperatura de 760 a 1150 °C. Durante el proceso, una gran parte del cuerpo (especialmente los órganos) y otros tejidos suaves son vaporizados y oxidados debido al calor y los gases son descargados en el sistema de escape. El proceso completo toma al menos dos horas.

Cuando la cremación ha concluido, lo que queda son fragmentos secos de hueso (en su mayor parte fosfatos de calcio y minerales secundarios). Éstos representan aproximadamente el 3,5 % del peso del cuerpo original total (2,5% en niños, aunque hay variaciones según la consistencia del cuerpo). Debido a que el tamaño de los fragmentos de hueso secos está estrechamente relacionado con la masa esquelética, su tamaño varía de persona a persona. El cráneo de la persona conserva su forma y parte de su densidad.

Después de que la incineración del cadáver ha concluido, los fragmentos de hueso son retirados de la retorta, y el operador utiliza un pulverizador, llamado "cremulador" para procesarlos hasta que adquieren la consistencia de granos de arena (esto en función de la eficiencia del cremulador). En cuanto al cráneo, su dimensión no le permite pasar por el orificio del cremulador, es golpeado y aplastado con un instrumento similar a un palo de amasar, pero de mayor tamaño, el cual se desliza sobre el cráneo carbonizado hasta pulverizarlo y convertirlo en cenizas; esta operación incluso ha sido filmada y exhibida en televisión. Los pulverizadores generalmente hacen uso de alguna clase de mecanismo giratorio, para pulverizar los huesos, tales como los molinos de bolas en los modelos más viejos.

La manera en que tratamos a nuestros muertos testifica acerca de nuestras creencias acerca de Dios, revela la realidad de nuestra fe. ¿Cuál es el mandamiento bíblico acerca del trato que debemos tener con restos humanos?

El Creador formó al cuerpo humano del polvo de la tierra (Génesis 2:7).  El hecho de enterrar el cuerpo de nuestro ser amado fallecido es el acto de devolverle al Creador su obra de creación y esperar el día de la resurrección.  Nuestros cuerpos pertenecen al Creador, no nos pertenecen a nosotros y por esa razón se deben devolver al Creador lo más completo, y en las mejores condiciones posibles.

El cuerpo humano es maravillosamente diseñado y está en la cúspide de lo que Dios creó, más brillante aún que el mundo y los cuerpos celestes. La creación de la humanidad deja ver evidentemente la huella de Dios en el mundo. Deja sin excusa alguna que el hombre no crea en la existencia de un Dios sabio y omnisapiente ya que sólo el Eterno pudo haber diseñado y creado algo de tan absoluta belleza. Como lo ha declarado el salmista (Salmo 139:14): "Te alabaré, porque asombrosa y maravillosamente he sido hecho."

Debemos tomar en cuenta que el cuerpo es la morada del Espíritu Santo, y que por consiguiente es morada del Eterno. La Torá (la instrucción de Dios) está escrita en nuestro corazón. Fuimos creados por el Eterno a su imagen y semejanza. Cometer algún acto violento o destructivo en contra del cuerpo humano es algo serio, abominable ante los ojos del Eterno, nuestro Creador. (I Corintios 3:17)

LA ESPERANZA DE LA RESURRECCIÓN

Debemos entender que el mismo cuerpo que se enterró y que ya inició el proceso de regresar a su estado original de polvo, será completamente renovado y levantado por el Creador en el día de la resurrección. Es difícil imaginar esto, realmente imposible comprenderlo, pero es una maravilla que abrazamos por fe, pertenece a la obra victoriosa de Cristo Jesús. (2 Tim 1:10)

Romanos 8:11… el mismo Espíritu que resucitó al Mesías de entre los muertos habita en vosotros… también dará vida a vuestros cuerpos mortales por medio del Espíritu que habita en nosotros.
I Corintios 15:35-58, 2 Corintios 5:1-9, Mateo 27:52-53, Fil. 3:21, I Corintios 6:14-20 y Daniel 12:1-2

El hecho de ser sepultado y regresar al polvo no es algo temible ni despreciable, más bien denota entrar en un estado de reposo (“los que duermen en el polvo”, Daniel 12:1-2). Génesis 3:19: “Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres y al polvo volverás…”
Salmo 90:1-3; 104:27-30; Salmo 103:13-14

La voz del Mesías, el sonido del shofar (trompeta) nos levantará del polvo, porque Él venció la muerte. (Juan 5:24-25, 28-29)

La responsabilidad de llevar a cabo un entierro correcto cae en las manos de la familia del  fallecido. Si por su ignorancia o incredulidad, alguna persona haya dicho en vida que quería ser cremado al morirse, no debemos cumplir con su deseo, sino que lo debemos enterrar con el respecto y cuidado que merece todo ser humano creado a la imagen y semejanza del Eterno.

Mediante el enterramiento del ser amado, su recuerdo es realzado y afirmado. Lo opuesto es cierto con la cremación. Cremar al ser querido es como si se tratara de borrar el recuerdo de quien murió y para siempre eliminar cualquier prueba física de que existió. 

La cremación destruye los huesos, es abominación ante el Eterno (Amos 2:1). En contraste, los antiguos juntaban los huesos de quien había muerto y los depositaban en una pequeña caja llamada osario. Este proceso, que ocurría un año después del enterramiento, era un refuerzo vívido de la necesidad de recordar, de rememorar la manera en que el que había muerto había afectado las vidas de aquellos a quienes conoció.

El fuego sobre el cuerpo es algo que acompaña a la idolatría. Tiene que ver con el juicio divino. Deuteronomio 18:9-12; 2 Reyes 17:29-41; Lamentaciones 1:13; Salmo 79:1-7
No enterrar es juicio reservado para los enemigos de Israel… (2 Reyes 9:10, 30-37)

El comentario hebreo observa que cuando es cremado, el cuerpo se convierte en ceniza. Cuando es enterrado, el cuerpo se vuelve polvo y se convierte en una sola cosa con la tierra. Hay una gran diferencia entre ambos. La tierra es fértil; la ceniza no. La tierra permite que haya nuevo crecimiento y fomenta la vida. La ceniza es estéril, no tiene vida. Convertir el cuerpo en ceniza es algo en contra de la naturaleza. Pero, el proceso gradual de tornarse en tierra es acorde con el significado intrínseco de la muerte. El paso de una generación permite la germinación de otra, y los que están vivos son nutridos e inspirados por el legado de los muertos. Nuestros antecesores son tierra, del cual nosotros brotamos, como un renuevo. Aún en la muerte, ellos son fuente de vida.




Enterrar es una práctica bíblica:
Cremar es práctica pagana:
Dt. 21:23, I Reyes 13:26-34; Marcos 14:8; Juan 19:40. Expresa fe que el mismo cuerpo enterrado algún día resucitará, por la obra de redención
El cuerpo tiene mucho valor

Es de particular importancia para las religiones (Hinduismo/Budismo). En estas religiones dicen que el cuerpo solo es un depósito para el alma, y que el cuerpo que queda después de la muerte no tiene ningún valor.
Honra al Creador, dándole el respeto que merece por su creación (Salmo 139).
Deshonra al Creador, muestra desprecio por su obra de creación.

Testifica esperanza de la resurrección.

Dice que todo ha terminado, no hay esperanza de resurrección.
Recuerda al ser querido y dice que algún día lo volveremos a ver.
Borra toda memoria del ser querido.

El cuerpo reposa, regresa al polvo (estado original) en espera del glorioso retorno del Mesías.
Juicio que pertenece a los enemigos de Israel (2 Reyes 9:10, 30-37)

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