MINISTERIOS JAYIM ISRAEL, GUATEMALA
Estudio
bíblico: La Cremación
Autora:
Gloria de Pérez
|
Septiembre
2012
|
Estudio acerca de
la cremación
Perspectiva
Bíblica ¿Debemos Cremar o Enterrar?
¿Qué es la
cremación?
La cremación es un
acto violento que destruye al cuerpo humano por medio del fuego y
pulverizadores. Reduce al cuerpo humano a cenizas por medio del fuego, y
pulveriza los huesos y el cráneo.
¿Cómo se hace?
La caja que
contiene el cuerpo es colocada en la retorta e incinerada a la temperatura de 760
a 1150 °C. Durante el proceso, una gran parte del cuerpo (especialmente
los órganos) y otros tejidos suaves son vaporizados y oxidados debido al calor
y los gases son descargados en el sistema de escape. El proceso completo toma
al menos dos horas.
Cuando la
cremación ha concluido, lo que queda son fragmentos secos de hueso (en su mayor
parte fosfatos de calcio y minerales secundarios). Éstos representan
aproximadamente el 3,5 % del peso del cuerpo original total (2,5% en
niños, aunque hay variaciones según la consistencia del cuerpo). Debido a que
el tamaño de los fragmentos de hueso secos está estrechamente relacionado con
la masa esquelética, su tamaño varía de persona a persona. El cráneo de la
persona conserva su forma y parte de su densidad.
Después de que la
incineración del cadáver ha concluido, los fragmentos de hueso son retirados de
la retorta, y el operador utiliza un pulverizador, llamado
"cremulador" para procesarlos hasta que adquieren la consistencia de
granos de arena (esto en función de la eficiencia del cremulador). En cuanto al
cráneo, su dimensión no le permite pasar por el orificio del cremulador, es
golpeado y aplastado con un instrumento similar a un palo de amasar, pero de
mayor tamaño, el cual se desliza sobre el cráneo carbonizado hasta pulverizarlo
y convertirlo en cenizas; esta operación incluso ha sido filmada y exhibida en
televisión. Los pulverizadores generalmente hacen uso de alguna clase de
mecanismo giratorio, para pulverizar los huesos, tales como los molinos de bolas
en los modelos más viejos.
La manera en que
tratamos a nuestros muertos testifica acerca de nuestras creencias acerca de
Dios, revela la realidad de nuestra fe. ¿Cuál es el mandamiento bíblico acerca
del trato que debemos tener con restos humanos?
El Creador formó
al cuerpo humano del polvo de la tierra (Génesis 2:7). El hecho de
enterrar el cuerpo de nuestro ser amado fallecido es el acto de devolverle al
Creador su obra de creación y esperar el día de la resurrección. Nuestros
cuerpos pertenecen al Creador, no nos pertenecen a nosotros y por esa razón se
deben devolver al Creador lo más completo, y en las mejores condiciones
posibles.
El cuerpo humano
es maravillosamente diseñado y está en la cúspide de lo que Dios creó, más
brillante aún que el mundo y los cuerpos celestes. La creación de la humanidad
deja ver evidentemente la huella de Dios en el mundo. Deja sin excusa alguna
que el hombre no crea en la existencia de un Dios sabio y omnisapiente ya que
sólo el Eterno pudo haber diseñado y creado algo de tan absoluta belleza. Como
lo ha declarado el salmista (Salmo 139:14): "Te alabaré, porque asombrosa
y maravillosamente he sido hecho."
Debemos tomar en
cuenta que el cuerpo es la morada del Espíritu Santo, y que por consiguiente es
morada del Eterno. La Torá (la instrucción de Dios) está escrita en nuestro
corazón. Fuimos creados por el Eterno a su imagen y semejanza. Cometer algún
acto violento o destructivo en contra del cuerpo humano es algo serio,
abominable ante los ojos del Eterno, nuestro Creador. (I Corintios 3:17)
LA ESPERANZA DE LA
RESURRECCIÓN
Debemos entender
que el mismo cuerpo que se enterró y que ya inició el proceso de regresar a su
estado original de polvo, será completamente renovado y levantado por el
Creador en el día de la resurrección. Es difícil imaginar esto, realmente
imposible comprenderlo, pero es una maravilla que abrazamos por fe, pertenece a
la obra victoriosa de Cristo Jesús. (2 Tim 1:10)
Romanos 8:11… el
mismo Espíritu que resucitó al Mesías de entre los muertos habita en vosotros…
también dará vida a vuestros cuerpos mortales por medio del Espíritu que habita
en nosotros.
I Corintios
15:35-58, 2 Corintios 5:1-9, Mateo 27:52-53, Fil. 3:21, I Corintios 6:14-20 y Daniel
12:1-2
El hecho de ser
sepultado y regresar al polvo no es algo temible ni despreciable, más bien
denota entrar en un estado de reposo (“los que duermen en el polvo”, Daniel
12:1-2). Génesis 3:19: “Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que
vuelvas a la tierra porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres y al polvo
volverás…”
Salmo 90:1-3;
104:27-30; Salmo 103:13-14
La voz del Mesías,
el sonido del shofar (trompeta) nos levantará del polvo, porque Él venció la
muerte. (Juan 5:24-25, 28-29)
La responsabilidad
de llevar a cabo un entierro correcto cae en las manos de la familia del
fallecido. Si por su ignorancia o incredulidad, alguna persona haya dicho en
vida que quería ser cremado al morirse, no debemos cumplir con su deseo, sino
que lo debemos enterrar con el respecto y cuidado que merece todo ser humano
creado a la imagen y semejanza del Eterno.
Mediante el
enterramiento del ser amado, su recuerdo es realzado y afirmado. Lo opuesto es
cierto con la cremación. Cremar al ser querido es como si se tratara de borrar
el recuerdo de quien murió y para siempre eliminar cualquier prueba física de
que existió.
La cremación
destruye los huesos, es abominación ante el Eterno (Amos 2:1). En contraste,
los antiguos juntaban los huesos de quien había muerto y los depositaban en una
pequeña caja llamada osario. Este proceso, que ocurría un año después del
enterramiento, era un refuerzo vívido de la necesidad de recordar, de rememorar
la manera en que el que había muerto había afectado las vidas de aquellos a
quienes conoció.
El fuego sobre el
cuerpo es algo que acompaña a la idolatría. Tiene que ver con el juicio divino.
Deuteronomio 18:9-12; 2 Reyes 17:29-41; Lamentaciones 1:13; Salmo 79:1-7
No enterrar es
juicio reservado para los enemigos de Israel… (2 Reyes 9:10, 30-37)
El comentario
hebreo observa que cuando es cremado, el cuerpo se convierte en ceniza. Cuando
es enterrado, el cuerpo se vuelve polvo y se convierte en una sola cosa con la
tierra. Hay una gran diferencia
entre ambos. La tierra es fértil; la ceniza no. La tierra permite que haya nuevo crecimiento y fomenta
la vida. La ceniza es estéril, no tiene vida. Convertir el cuerpo en ceniza es
algo en contra de la naturaleza. Pero, el proceso gradual de tornarse en tierra
es acorde con el significado intrínseco de la muerte. El paso de una generación
permite la germinación de otra, y los que están vivos son nutridos e inspirados
por el legado de los muertos. Nuestros antecesores son tierra, del cual
nosotros brotamos, como un renuevo. Aún en la muerte, ellos son fuente de vida.
Enterrar es una práctica bíblica:
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Cremar es práctica pagana:
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Dt. 21:23, I Reyes 13:26-34; Marcos 14:8; Juan 19:40. Expresa fe que el
mismo cuerpo enterrado algún día resucitará, por la obra de redención
El cuerpo tiene mucho valor
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Es de particular importancia para las religiones (Hinduismo/Budismo). En
estas religiones dicen que el cuerpo solo es un depósito para el alma, y que
el cuerpo que queda después de la muerte no tiene ningún valor.
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Honra al Creador, dándole el respeto que merece por su creación (Salmo
139).
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Deshonra al Creador, muestra desprecio por su obra de creación.
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Testifica esperanza de la resurrección.
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Dice que todo ha terminado, no hay esperanza de resurrección.
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Recuerda al ser querido y dice que algún día lo volveremos a ver.
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Borra toda memoria del ser querido.
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El cuerpo reposa, regresa al polvo (estado original) en espera del
glorioso retorno del Mesías.
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Juicio que pertenece a los enemigos de Israel (2 Reyes 9:10, 30-37)
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Es maravilloso. El eterno bendiga a israel
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